La realidad contra las encuestas.
Lunes 16 de Julio de 2012 hrs.
En las recientes elecciones presidenciales, las encuestas manejaban que habían diferencias impresionantes entre los candidatos punteros, que eran Enrique Peña Nieto y Andrés Manuel López Obrador. Finamente la cosa no fue tan así, y si bien EPN fue quien tuvo la mayoría de votos, no fue con la diferencia tan aplastante que se había manejado en las encuestas.
Si nos vamos a otros ámbitos ya no federales como, por ejemplo, lo serían las encuestas a gobernador de Yucatán y a presidente municipal de Mérida, se aprecia que una situación similar ocurre, y que los resultados finales se alejan de lo que se indicaba en las encuestas. En el caso de la presidencia de Mérida, incluso resultó que el candidato que se decía iba a ser el más votado en las elecciones: el candidato del PRI, Nerio Torres Arcila, hijo de un prominente priista que también es líder vitalicio de los taxistas, resulto con 18300 votos menos que su oponente del PAN, Renán Barrera.
Esto hace pensar respecto a las encuestas que siempre presentan durante las campañas. Ciertamente esto no es ingeniería, así que en posible que hayan muchas diferencias entre lo que resulta de una encuesta y las realidad. Sin embargo, cuando se ve que ocurren en muchas ocasiones, y en diferentes niveles de gobierno, la cosa se pone, digamos, anecdótica.
La metodologías para las encuestas debe de ser indicada al momento de publicarla, y hay muchas que son telefónicas o que son mediante visitas en casas, igual hay otras que son a pie de calle, donde los peatones son parados para ser preguntados por sus preferencias. Hay muchas, pero lo importante es lo que la gente dice, pues eso es lo que marcará la tendencia. Aquí habría que comentar que a veces lo que se dice no es necesariamente correspondiente a lo que realmente se piensa, o lo que se piensa no es necesariamente lo que la lógica dictaría.
Por ejemplo, yo en una ocasión fui sujeto de esas encuestas. Debido a bagaje y ciertos atributos, yo pensaba que cierto candidato estaba mejor preparado. Mis respuestas eran claras hacia quien yo pensaba tenía mejor preparación y experiencia. Al final, el chico puso automáticamente el nombre del candidato que yo había estado indicando que era mejor; sin embargo, pensaba votar por otro. ¿La razón?, porque pensaba que era necesario un cambio.
Ante esto, lo que queda por pensar es hasta qué punto una encuesta puede describir una realidad y, muy importante, hasta qué punto puede influir en una decisión. Como sea, es difícil evaluar con precisión los efectos de las cosas cuando uno está tratando con gente.
En todo caso, ojalá y las diferencias sean solamente producto de las cosas que la gente responde, y no un efecto creado artificialmente para aparentar que un cierto candidato va mejor que otro. Ojalá que así sea, pues si lo que hay es una alteración consciente de resultados, eso sería muy grave para nuestra joven democracia. Esperemos que este no sea el caso.
www.rema.org.es
www.rutasdesalida.com
Si nos vamos a otros ámbitos ya no federales como, por ejemplo, lo serían las encuestas a gobernador de Yucatán y a presidente municipal de Mérida, se aprecia que una situación similar ocurre, y que los resultados finales se alejan de lo que se indicaba en las encuestas. En el caso de la presidencia de Mérida, incluso resultó que el candidato que se decía iba a ser el más votado en las elecciones: el candidato del PRI, Nerio Torres Arcila, hijo de un prominente priista que también es líder vitalicio de los taxistas, resulto con 18300 votos menos que su oponente del PAN, Renán Barrera.
Esto hace pensar respecto a las encuestas que siempre presentan durante las campañas. Ciertamente esto no es ingeniería, así que en posible que hayan muchas diferencias entre lo que resulta de una encuesta y las realidad. Sin embargo, cuando se ve que ocurren en muchas ocasiones, y en diferentes niveles de gobierno, la cosa se pone, digamos, anecdótica.
La metodologías para las encuestas debe de ser indicada al momento de publicarla, y hay muchas que son telefónicas o que son mediante visitas en casas, igual hay otras que son a pie de calle, donde los peatones son parados para ser preguntados por sus preferencias. Hay muchas, pero lo importante es lo que la gente dice, pues eso es lo que marcará la tendencia. Aquí habría que comentar que a veces lo que se dice no es necesariamente correspondiente a lo que realmente se piensa, o lo que se piensa no es necesariamente lo que la lógica dictaría.
Por ejemplo, yo en una ocasión fui sujeto de esas encuestas. Debido a bagaje y ciertos atributos, yo pensaba que cierto candidato estaba mejor preparado. Mis respuestas eran claras hacia quien yo pensaba tenía mejor preparación y experiencia. Al final, el chico puso automáticamente el nombre del candidato que yo había estado indicando que era mejor; sin embargo, pensaba votar por otro. ¿La razón?, porque pensaba que era necesario un cambio.
Ante esto, lo que queda por pensar es hasta qué punto una encuesta puede describir una realidad y, muy importante, hasta qué punto puede influir en una decisión. Como sea, es difícil evaluar con precisión los efectos de las cosas cuando uno está tratando con gente.
En todo caso, ojalá y las diferencias sean solamente producto de las cosas que la gente responde, y no un efecto creado artificialmente para aparentar que un cierto candidato va mejor que otro. Ojalá que así sea, pues si lo que hay es una alteración consciente de resultados, eso sería muy grave para nuestra joven democracia. Esperemos que este no sea el caso.
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